lunes, 7 de noviembre de 2011

A la hoguera: primero quién, ¿Fox o Moreira?

A la hoguera: primero quién, ¿Fox o Moreira?

José Luis Camacho Acevedo

@jlca007
2011-11-07

La falta de memoria política aviva en México hogueras que apagan otras más graves y dañinas.

Y en estos tiempos de saturación informativa unitemática, de poquísima calidad de selección de asuntos de interés nacional por muchos criterios editoriales, y más aún por “líderes de opinión” convertidos en jueces incontrovertibles del acontecer nacional, la abrumadora cantidad de espacios que se dedican al tema del momento necesariamente pierden objetividad y confunden a la inerme opinión pública mexicana.

Asesinan lamentablemente al alcalde La Piedad, Ricardo Guzmán, y el PAN levanta banderas de triunfo en ese estado. A los dos días del trágico suceso ya están con Joan Sebastián u otros tonadilleros de moda, con una sonrisa de oreja a oreja, los candidatos panistas al gobierno, al municipio y a las regidurías celebrando un triunfo en unas elecciones que aún no se llevan a cabo y que de ninguna manera tienen asegurado.

Pero la capitalización de la tragedia en La Piedad les está dando tela de donde cortar para abordar cualquier tema: según el experto en pobreza Ernesto Cordero (remember que con 6 mil pesos usted puede hasta comprar una membresía en Sport City y vivir de poca) Enrique Peña Nieto prácticamente fue el aval de Humberto Moreira a la hora de solicitar los préstamos en alegato del estado de Coahuila.

Milenio TV repitió solamente entre sábado y domingo casi cada 15 minutos las declaraciones de Ernesto Cordero diciendo que Enrique Peña Nieto tenía alguna vinculación con el endeudamiento de Coahuila.

¿Y qué pasaría si el martes o miércoles se emprendiera una acción judicial por el tráfico de influencias solapado a los hijos de Marta Sahagún o que alguno de los hermanos de Vicente Fox estuviera enredado en algún negocio sucio y lo denunciaran en Estados Unidos?

¿O qué ocurriría si saliera todo el lodo de la Secretaría de Gobernación en relación a la manera totalmente ilegal en que permitió la apertura de casinos a lo largo y a lo ancho del país y los ex secretarios Santiago Creel y Fernando Gómez Mont, así como Francisco Ramírez Acuña tuvieran que comparecer para declarar sobre ese asqueroso caso?

¿O si en Monterrey se comprueba que efectivamente el ahora tranquilo alcalde Larrazabal tiene más relaciones con el crimen organizado que los quesos que vendía canasta por canasta su hermano Jonás?

¿Cuál sería la reacción panista a las omisiones constitucionales del caso PEMEX-REPSOL en caso de que el defenestrado ex presidente de Sacyr se decidiera a decir quiénes fueron los contacto de la para estatal mexicana en España para tejer esa operación?

¿O qué pasaría si el TRIFE le atribuye al presidente Felipe Calderón una violación a la ley electoral y que debido a su investidura, igual que Fox en su momento, pudiera poner en riesgo el proceso electoral por andar suponiendo que de regreso al poder los priístas se las arreglarían con los narcos, enmendándole la plana al empleado del mandatario en el IFE Leonardo Valdés?

¿Y si efectivamente los funcionarios estadounidenses ratifican y deciden carearse con el ex procurador Eduardo Medina Mora en relación al conocimiento que tenía del operativo “Rápido y Furioso?

Entonces la memoria se refrescaría en muchos criterios editoriales, y sobre todo en muchos “lideres de opinión” que sin más condenan a Humberto Moreira como el principio y causa de todos los males de México (como el lamentable caso del visceral artículo de Jorge Medina Viedas en Milenio que sólo contiene eso, víscera tratando de convertirse en el “salvador de Peña Nieto”) y volverían a pensar en qué clase de país convirtieron en solo doce años a México los panistas.

Bien decía el sabio que la memoria es la pluma con que se escribe la historia. Y la historia del PAN y sus precandidatos, su actual presidente, su alboroto engañoso que convierte el duelo de un asesinato en celebración anticipada de triunfo; apenas se están escribiendo. Y reaparecerán para llenar los espacios que hoy, con razón y mala leche, le dedican a la desgracia de Humberto Moreira.

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