miércoles, 21 de septiembre de 2011

México ante la Frustración y la desconfianza.

MEXICO: UN PAÍS QUE PIERDE PELIGROSAMENTE LA CONFIANZA EN EL FUTURO.

José Luis Camacho Acevedo.

Esta vez los indicadores de confianza que se han desplomado para instituciones de seguridad pública.

La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) presenta resultados alarmantes en esa materia para todo el país.

En el 2010 existieron cerca de 18 millones de víctimas de algún tipo de agresión en México. De ellas el 52.9% fueron hombres y el 47.1% mujeres.

En ese año se cometieron en México 22 millones 714 mil 967 delitos. El mayor porcentaje (24.2%) fueron robos o asaltos. Siguieron el 23.7% de extorsiones. Luego 12.1% robo de vehículos. 8.7% fueron fraudes cometidos en diversas modalidades. 6.9% robos en casa habitación. 6.2% robos en forma distinta a las anteriores. Finalmente el 5.1% fueron ciudadanos lesionados en eventos delictivos.

La encuesta revela que la ciudadanía disminuyó su confianza en instituciones como la Marina, que bajó 4 puntos; el Ejército 6 puntos; la Policía Federal bajó de unos de los menores niveles de confianza ciudadana de un 24.6% a un 19%.

Esas eran las instituciones más confiables para los mexicanos todavía en 2008. Y de esa fecha a los tiempos presentes, Marina, Ejército y sobre todo la Policía Federal se han convertido en entidades que causan temor a la sociedad. En ocasiones, en diversas regiones del país, según lo demuestra la encuesta, son más temidos los cuerpos de seguridad pública QUE LOS MISMOS DELINCUENTES, ya sea por su brutalidad o por EXISTIR claras presunciones de estar ligadas al crimen organizado.

No se trata de presentar una visión catastrofista e irreversible para nuestras condiciones actuales de nuestro país.

La esperanza de que México mejore en el futuro sus condiciones de inseguridad, empleo, salud y economía seguirá vigente mientras la inconformidad social no se salga de los límites que es capaz de soportar una sociedad con tantos años en crisis como es la nuestra.

Todos apostamos a que sea una vía pacífica, verdaderamente democrática, la recomponga a México y lo regrese a ser el país habitable y optimista que era hace 50 años.

La gran apuesta está en la convicción que la propia sociedad logre imponer a quienes aspiran a gobernar al país a partir del 2012. Y como ocurrió en los sismos del 85, cuando el gobierno se vio rebasado para enfrentar la tragedia, fue la gente la que se organizó e inició la reconstrucción de la gran ciudad devastada por el cataclismo.

Pues ahora debe ocurrir lo mismo. Si el actual gobierno ya está rebasado al grado de catalogarse por no pocas razones como la cabeza de un estado fallido, debe ser la sociedad la que regrese a su cauce la gobernabilidad y la confianza en que con nuestra decisión podremos hacer que los nuevos responsables de la conducción del país que regresen a los principios básicos de la ética, la honestidad, la transparencia y el compromiso de asumir el poder para ayudar a los que menos tienen.

Si la desconfianza en las instituciones que están encargadas de luchar y erradicar al crimen organizado de nuestra vida se ha venido perdiendo en los últimos años, hay otras señales que acrecentarían, sin duda, la desesperanza de la gente hasta llevarla a sentir una desesperación que la puede conducir al estallido en la forma que ocurre en varias partes del orbe ahora mismo.

El desempleo, la opacidad con la que ejercen el poder no pocos gobernantes federales, estatales o municipales, la economía dependiendo nuevamente de los resultados que ocurran en las de otros países que están en crisis declaradas; en fin señales que se observan en las ciudades de todo el país que se va poblando de ninis, de desempleados que absorbe el crimen organizado o de síndromes suicidas que se manifiestan en crisis depresivas, de angustia o de pérdida del control de los impulsos negativos que se producen en medio de este panorama de caos.

Por eso a nadie debe extrañar que sigamos observando con seriedad y atención el crecimiento de fenómenos como el de MORENA. Los que dicen que López Obrador podrá no ser presidente de México, pero que ya nunca le quitarán una permanente condición de líder social genuino, aciertan.

La disputa por Los Pinos ahora está convertida en un juego de ambiciones que se retratan como personales en todos y cada uno de sus actores. El interés por sacar al país de la condición de emergencia superior en la que se encuentra, está opacado por las manifestaciones circenses de los protagonistas de la sucesión y de sus grotescos bufones y corifeos.

La experiencia de una sociedad organizada para superar crisis y emergencias nacionales, como ocurrió en el DF y otros lugares cuando los sismos del 85, seguramente se dará en el desarrollo de las campañas que, formalmente, iniciarán el año próximo pero que en la realidad están desatadas con todas sus perversidades en exhibición impúdica, si esos esfuerzos proselitistas se convierten en una mascarada para seguir engañando y sacrificando a la gente.

La sociedad tiene un límite en su paciencia. Y si no lo creen los aspirantes presidenciales que piensan que van a una etapa de gloria y consagración en sus campañas, que esperen cuando en sus giras se enfrenten a una sociedad altamente inconforme que ya no está dispuesta a soportar más gobiernos encabezados por ineptos y por corruptos.

Al tiempo.

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