lunes, 28 de mayo de 2012

Jesús Silva Herzog M opina sobre las marchas juveniles.



No es claro que las manifestaciones vayan a tener un impacto electoral decisivo / Jesús Silva-Herzog Márquez

Dos impulsos cívicos han animado las protestas recientes: reivindicar el derecho a la discrepancia y reclamar veracidad a los medios. Foto: Eduardo Lliteras

(InfoLliteras.com) —Las movilizaciones estudiantiles de los últimos días han sorprendido a todos. Nadie pudo haber anticipado la irrupción de miles de jóvenes que toman las calles para interpelar a la clase política (en particular al PRI) y a los medios (especialmente a Televisa). Dos impulsos cívicos han animado las protestas recientes: reivindicar el derecho a la discrepancia y reclamar veracidad a los medios. Ejercicio de la crítica y exigencia de verdad.
No es claro que las manifestaciones vayan a tener un impacto electoral decisivo. Nuestra experiencia aconsejaría separar el entusiasmo de las concentraciones públicas de la fría aritmética de los votos. El activismo escenifica las intensidades de la opinión pública pero no la sintetiza. Expresa bien el engranaje de las maquinarias partidistas o la pasión política, pero no es abreviatura del universo electoral. Quienes llenan la plaza se convencen fácilmente de que ahí se expresa la nación verdadera, que las consignas que repiten son la voluntad popular, que la solidaridad descubierta en la festividad de la política tiene la fuerza de cambiar la historia. No suele ser así. La urna suele refutar a la plaza. No digo que las concentraciones juveniles que hemos visto en estos días sean irrelevantes, que sean una simple anécdota. Por el contrario, creo que las movilizaciones recientes ya han tenido un impacto relevante en la contienda electoral. Han puesto al candidato puntero y a su partido a la defensiva y han elevado la exigencia pública a la cobertura política de los medios. Dos conquistas extraordinariamente valiosas que cuentan, sobre todo, como advertencia, más allá del 1o. de julio. La agilidad organizativa de estos días es anticipo de lo que podría activarse en el futuro inmediato, si se dan los abusos temidos.
Es de celebrar que una nueva generación se involucre en la política y haga oír su voz. No será fácil la conservación del ímpetu, tras la primera descarga emotiva, tras el descubrimiento de la calle y el hallazgo de las adhesiones. El camino por delante será mucho más difícil, si es que existe. Será necesario transformar los rechazos en algún tipo de afirmación, sobre todo en tiempos de elecciones. El movimiento juvenil podría convertirse en el impulsor social del voto útil contra el PRI, si abandona el falso discurso del apartidismo. Lo que unió a este grupo heterogéneo fue, precisamente, el rechazo al candidato del PRI. Si ésa es la coincidencia, ahí puede estar la segunda etapa del movimiento.
Pero si hay mucho que celebrar de esa rebeldía cívica hay también rasgos inquietantes que no creo que deban ser pasados por alto por adulación a los muchachos . Decir que las manifestaciones son la semilla de una organización que podría transformar la vida democrática del país me parece absurdo o, por lo menos, prematuro. Se trata de una nueva muestra de la decepción democrática, una exhibición contundente de la distancia entre el régimen y la sociedad, particularmente entre el sistema político y las nuevas generaciones. Como denuncia, las manifestaciones son elocuentes. Me preocupa ver que los manifestantes tropiezan con trampas viejas. La razón conspiratoria es la reina de su retórica: los poderosos se han puesto de acuerdo y nos impondrán al candidato que nadie quiere. Los perversos tienen el control de los medios, las encuestas y las instituciones electorales. Se cree así que el candidato que ellos repudian carece de respaldos reales y es un simple invento de la televisión al que nadie apoya. Las encuestas son, en consecuencia, una farsa, una mentira. Las redes y las plazas parecen más convincentes que los estudios de opinión. Las casas encuestadoras (las mismas que dieron la candidatura a Andrés Manuel López Obrador y que muestran la ventaja del PRD en el Distrito Federal) son una patraña. ¿Cómo me dicen que Peña Nieto va arriba si ninguno de mis amigos va a votar por él? ¿Cómo se atreven a decirnos que al candidato del PRI no le ha pegado la movilización estudiantil si de todo lo que se habla en la red es del repudio a él? Redes y plazas pueden ser rincones del autoengaño. Creer que no hay más mundo que el que uno ve.
La lógica de la conspiración termina por aceptar la idea de que estamos en vísperas de la imposición . El próximo presidente de México será impuesto por los poderes fácticos, se dice y se corea. Lo ha sugerido muchas veces el candidato de la izquierda y parece que su versión encuentra eco en los jóvenes que se han manifestado recientemente en las calles. Si hay imposición habrá revolución , se escuchaba en una de las concentraciones recientes. La democracia mexicana tendrá muchos defectos y tiene muchas tareas pendientes pero instauró el mecanismo para elegir gobernantes a través del voto. Si Enrique Peña Nieto gana las elecciones será porque tuvo más votos que sus contrincantes, no porque lo impuso una televisora.

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