PARADOJA PANISTA: ELECCIONES PACÍFICAS EN UN PAÍS VIOLENTO.
José Luis Camacho Acevedo.
2 eventos terribles 2
Como rezaba la publicidad de los bailes de la primera mitad
del siglo pasado, 2 grandes orquestas 2, al feneciente gobierno calderonista le
ocurren, con diferencia apenas de 48 horas, dos eventos que derrumban totalmente,
de una manera brutal, su ya de por sí débil credibilidad.
Después del “pancho” del trabajo de inteligencia de la Marina
(o sea la DEA “el error fue de la DEA, dice la Marina, ellos nos dijeron que
allí estaba el hijo de El Chapo”, publica La Jornada ayer) nacional e
internacionalmente quién en sus cinco sentidos vuelve a creer en el discurso
del régimen en relación a la eficacia e “indiscriminalidad” en el combate que
realiza contra el crimen organizado?
Creo que pocos, o tal vez ya nadie.
Y a las pocas horas en que el gobierno tiene que desmentirse
diciendo que no “era el hijo de El Chapo” el joven capturado en las goteras
medianeras de Guadalajara”, la violencia desatada por la guerra mencionada
reaparece.
El escenario fue una vitrina internacional: La Terminal 2 del
Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. En la zona de comida rápida se
suscita un peligroso enfrentamiento entre presuntos delincuentes (narcos dicen)
y policías federales en el que mueren tres agentes.
Empavorecidos los usuarios de la terminal internacional más
importante de México, corren a esconderse donde pueden.
Y de inmediato las principales agencias noticiosas del mundo dan cuenta del
acontecimiento.
Carlos Mota, un especialista financiero respetado, dijo en su
espacio de TV que “el incidente del aeropuerto afectaba desde luego el clima de
la inversión internacional hacia nuestro país”. Palabras más, palabras menos,
Carlos Mota habló ya de un balance negativo en la economía producido por la
balacera ocurrida en la terminal aérea.
Pero bien, ese descrédito, urbi et orbi, de Calderón y el PAN
en relación a su “guerra” es irreversible.
El análisis por ahora se centra en el ámbito de la elección
presidencial del 1 de julio.
Lo que sorprende al mundo, más que la celebración de la
primera elección democrática en toda la historia de Egipto prácticamente incruenta,
es que en México estamos a poco más de cien horas de que los mexicanos
concurramos a las urnas para decidir, también democrática y, hasta ahora,
pacíficamente, al que será el sucesor de Calderón en la presidencia.
El clima de violencia de la guerra del PAN y de Calderón (los
muertos del aeropuerto empiezan a pesar tanto en la imagen internacional como
los 60 mil que les han precedido) le pesan al que será su sucesor. El cual inevitablemente
saldrá de la alternativa entre el favorito Enrique Peña Nieto y su más serio
competidor Andrés Manuel López Obrador.
Cualquiera de ellos será el heredero de los costos que
produce el fracaso panista en el gobierno.
Porque el proceso electoral no está para nada alterado con
esos dos penosos incidentes producto de la incompetencia del panismo
gobernante.
Lo mas seguro es que el domingo próximo la jornada electoral
no presente matices de intervencionismo del crimen organizado, menos en
manifestaciones violentas.
La sociedad se comporta, no es una percepción personal, sino
es una observación elemental de la realidad, madura y prudente ante los sucesos
de Guadalajara con la captura del presunto hijo de El Chapo Guzmán y la
balacera en el aeropuerto internacional de la ciudad de México.
Se ve tan inteligente el electorado mexicano, que atiende con
mucho mayor interés al simulacro del PREP del IFE que afirma que a las 23.45 del
1 de julio se conocerán tendencias de quién puede ser el próximo presidente de
México, que al amarillismo producido ya como imagen asimilada, de los muertos
del aeropuerto o de la falla (¿) en la identificación del presunto hijo de El
Chapo.
Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, únicos
posibles ganadores en ese orden de posibilidades, para mí, de la elección presidencial
del domingo, hacen bien en construir ya desde ahora el escenario de la
transición.
Eso lo pedimos los mexicanos de muchas maneras.
No recibirán una perita en dulce.
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