jueves, 29 de septiembre de 2011

Reforma política "Reformada"

LA REFORMA POLÍTICA “REFORMADA”. FRENO A GOBERNADORES.

José Luis Camacho Acevedo.

La “nueva reforma política de México” en realidad tiene muy poco de “novedosa”. Más bien parece un reacomodo de fuerzas priístas en las que ganó, sin duda, la corriente de Enrique Peña Nieto.

Los principales elementos diferenciales del proyecto que se elaboró en el senado desde el año pasado con respecto del marco normativo vigente, que de por sí apenas maquillaban la insuficiencia de la legislación rectora de la conducción política nacional, se quedaron en el tintero.

No hay reelección de legisladores.

Lo qe representaba una jugada que haría posible que en una eventual derrota de Manlio Fabio Beltrones ante Enrique Peña Nieto en el proceso interno del PRI para elegir candidato a la presidencia, el sonorense repitiera en el control del senado priísta. Esa jugada sí ía una innovación, ya que haciendo Beltrones una carrera legislativa, del tipo que se hace en Estados Unidos como fue el caso del célebre senador Ted Kennedy, su posición ante el Ejecutivo sería de una independencia tal que, aún siendo compañeros del mismo partido, lo convertiría en “un poder fáctico” dentro del contexto de la división de poderes de México.

Tampoco existirá la figura de “Jefe de Gabinete”. Un sueño largamente acariciado por el diputado Porfirio Muñóz Ledo. Pero que ahora la presencia de un jefe de gobierno (En las monarquías europeas donde “el Rey reina, pero no gobierna”) ya no tendría como destinatario al veterano legislador que ha llegado a ser presidente nacional del PRI y después del PRD. En la actual correlación de fuerzas al interior del PRI no habría otro personaje que llenara el perfil de un jefe de gobierno que saliera del legislativo que el mismo senador Manlio Fabio Beltrones.

Y finalmente el acotamiento, absolutamente necesario, que tendrá que operar en la integración de el llamado gabinete de coalición, dejará de representar un excesivo contrapeso al poder político real del Presidente de la República.

En los hechos el viejo presidencialismo ha terminado en México. Nadie puede decir que Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox o Felipe Calderón gobernaron a la manera del viejo autoritarismo que caracterizaba la figura del primer mandatario en nuestro país.

Poco a poco se han creado los instrumentos para frenar ese autoritarismo. Y los ha creado la presión de la sociedad más que la iniciativa democrática o de pensamiento de “gobierno abiertos” de los políticos profesionales que existen en México.

Ya existen instituciones que habrán de crecer por virtud del respaldo social, más que por la voluntad de los políticos enquistados en el poder. El IFAI y la CNDH, por citar dos casos ya operando en México, serán a partir del año 2012 instrumentos de control más efectivos de lo que han sido hasta ahora.

Y repetimos, lo serán por presión de la sociedad y no por concensión de los políticos “profesionales” o como producto de acuerdos cupulares entre los partidos.

El modelo del Gobierno Abierto es el tema real de la actual discusión que busca una transformación en las formas de ejercer el poder en México.

Por eso la Reforma Política no podría ser un traje a la medida de los proyectos políticos de personajes, camarillas o partidos. No hay duda de que Beltrones querría una reforma política que dejará abierta la posibilidad de seguir siendo el factor de poder que es en el presente espectro del poder en México.

Pero el país, en su penuria social y económica no admite ya proyectos personalistas.

Y los políticos, sumidos en el desprestigio de la corrupción y el abuso del poder, tampoco son ahora los paradigmas de la transformación de México en sus formas institucionales de conducción económica y política.

Gobierno abierto es la opción que reclama la gente. No más opacidad en la tarea de administrar un país. No más corrupción en el funcionar de los servidores públicos. No más casos patéticos de banqueros asociados con políticos o de políticos que saltan por arte de magia, como Vicente y Marta, de la mediocridad económica al sultanato del círculo de los groseramente enriquecidos al amparo del gobierno.

Ese es el reclamo presente de una sociedad cansada de abusos de poder.

Otro asunto que de verdad pinta de cuerpo completo a los que añoran la existencia de un poder político sin contrapesos es el que toca el tema de “los gobernadores” que con un priísta de regreso a Los Pinos, verán terminada su dorada época de señores feudales.

Está claro que la ingenuidad panista no supo aplicar sensatamente el poder presidencial en su relación con los caciques regionales, del PRI, del PRD o del propio PAN.

La relación de los presidentes del actual partido gobernante con los gobernadores fue siempre bajo la presión de las amenazas políticas, legislativas o independentistas. Los resultados electorales a favor del PRI que se han venido dando en el sexenio de Felipe Calderón, devolvieron al tricolor una posición de privilegio en cada negociación que tenía que realizar con el Poder Ejecutivo.

Y ahora se habla que algunos gobernadores del PRI no quieren perder ese control omnímodo que tiene en sus entidades. Control de quién sobre quién?

Eso es lo que se pregunta la sociedad acerca de gobernadores como Javier Duarte en Veracruz, Rodrigo Medina en Nuevo León, Rodolfo de la Torre en Tamaulipas o panistas como el impresentable gobernador de Baja California dominado desde el centro por el grupo que encabeza el secretario de Gobernación Francisco Blake Mora; o perredistas como el michoacano Leonel Godoy.

Esos, y otros gobernadores, ya no tienen control sobre el supra poder de los “Matazetas” y de ninguna de las formas de operación del crimen organizado.

No se invoca desde luego un autoritarismo presidencial del estilo de Carlos Salinas de Gortari, que descabezó por personales venganzas a más de una docena de mandatarios estatales (desde Beteta en el Estado de México, hasta el caso anticlimático de su antipatía por Ramón Aguirre al que no dejó tomar protesta como gobernador de Guanajuato).

No se pretende el regreso al autoritarismo presidencial en perjuicio de la soberanía de los estados signatarios del Pacto Federal. Se requieren innovaciones que incorporen a la sociedad en la conducción del país a través de los gobernantes.

Más que Gobiernos de Coalición, hay que sentar primero las bases para que opere en México el modelo del Gobierno Abierto.

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