domingo, 20 de mayo de 2012

Ricardo Alemán en EXCELSIOR.


Peña; perro del mal

- Indicios de que se prepara un golpe de Estado democrático.
- La voluntad callejera suplantará la voluntad en las urnas.

Ricardo Alemán
A riesgo de alterar las buenas conciencias de aquellos que se creen  salvadores de la patria —por realizar una movilización callejera—, vale decir que sean estudiantes, militantes embozados o espontáneos, lo cierto es que los participantes de la marcha de ayer en Reforma son parte de una grosera manipulación político-electoral que —si se sale de madre— pudiera llevar a la más grave deslegitimación de la democracia electoral mexicana.
¿Por qué aseguramos que se trata de una grosera manipulación político electoral? Por puro testimonio. Y, claro, por sentido común y hasta por definición.
Y es que si un ciudadano, o un grupo de ciudadanos, llama a la protesta callejera contra un candidato presidencial —cualquiera que sea— en plena campaña electoral, los promotores de esa protesta —sean estudiantes, maestros, militantes disfrazados o espontáneos— no sólo están haciendo campaña electoral a favor de los adversarios del candidato contra el que protestan, sino que están contribuyendo a deslegitimar los básicos de la democracia electoral mexicana. Y las razones de lo anterior son, de nueva cuenta, de puro sentido común.
Resulta que quienes prefieren sembrar el odio contra un candidato presidencial, antes que exaltar las virtudes de su preferido para que sea el más votado, en realidad están deslegitimando la democracia electoral mexicana porque las elecciones son, por definición, la forma civilizada y democrática de protestar contra un mal candidato, un deficiente político y —en el extremo— contra un gobierno detestable.
Y cuando en lugar de organizar a los ciudadanos para que acudan a las urnas a votar contra el candidato indeseable, contra el partido impresentable o el gobierno detestable, los partidos o los políticos manipulan a la sociedad para que cambie las urnas por la movilización callejera —en la que siembran el odio, la intolerancia y el rencor social— lo que sigue es la deslegitimación de las elecciones y la desestabilización democrática.
En efecto, es legítimo que los jóvenes o los adultos protesten, que griten en la calle y que repudien a un político, candidato o gobierno. Pero nadie puede ser tan maniqueo y nadie puede cerrar los ojos a la realidad de lo que está pasando detrás de las manifestaciones dizque estudiantiles.
Y es que ayer no sólo vimos una candorosa marcha contra Peña Nieto, sino que a los ojos del que quiso asomarse apareció una peligrosa estrategia que, de salirse de madre, deslegitimará la elección y podría hacer caer al que resulte ganador.
En el fondo se construye un escenario harto conocido en las tambaleantes democracias electorales latinoamericanas: el fenómeno del golpe de Estado democrático. Es decir, la suplantación de la voluntad popular depositada en las urnas por la voluntad popular expresada en la calle. “Es probable que ganes, pero no vas a gobernar”, reza la historia de las dictaduras democráticas de Venezuela, Ecuador, Nicaragua…   
La marcha engañabobos
Ayer, algunos miles de ciudadanos —dizque estudiantes— marcharon en Reforma para protestar contra Enrique Peña Nieto. ¿Por qué protestaban? Pues por todo lo protestable. Porque se llama Enrique, porque se apellida Peña Nieto, porque ejerce su derecho a militar en el PRI, a ser candidato y porque ha cometido el “sacrilegio” de ser el puntero en la contienda.
Lo que vimos en esa marcha es la más peligrosa regresión a los tiempos preciviles de la convivencia. Se le cuestionan a Peña Nieto sus derechos elementales, se le cuestiona su vida privada, se le insulta y se le difama, sin más que el odio sembrado en esa masa de jóvenes estudiantes, militantes embozados y dirigentes bien identificados.
Pero además, en torno a la figura de Peña Nieto se teje una peligrosa imagen de odio e intolerancia pocas veces vista. Y es que entre los que protestaron —y a quienes entregaron listas de consignas, ofensas e insultos— abundaron “los jornaleros del odio”, aquellos que no se cansaban de sembrar las consignas que ya son la identidad de Peña Nieto: “asesino”, “ladrón”, “criminal”, “ratero”, “mal padre”, “defensor de feminicidas”, “priista”, “salinista”… y un largo rosario de adjetivos que buscan el mayor desprestigio para la imagen del puntero en la contienda electoral.
¿Quién está interesado en crear ese clima de odio, intolerancia y un verdadero linchamiento contra un candidato presidencial? ¿Quién está detrás de las movilizaciones del odio en que se han convertido las marchas de dizque estudiantes?
Por lo pronto quedó claro que utilizando como cuello de ganso “a los estudiantes” se empieza a sembrar en la conciencia colectiva la sensación de que Peña Nieto es lo más parecido al “perro del mal”, al que —según los modernos inquisidores región cuatro— debe destruirse en caliente, antes de que llegue el fatídico 1 de julio; de lo contrario el país podría regresar a las peores etapas de intolerancia, arbitrariedad y represión.
Y por lo que pudimos ver en la marcha, fue evidente que detrás de la organización aparecen militantes de los partidos de izquierda, quienes tienen todos los recursos económicos que se requieren, como mantas, cartulinas, vehículos para el acarreo, y todo lo que reclama la industria de la protesta. ¿Quién financia todo eso? ¿Quién es el autor intelectual de esa maquinaria de odio? 
También pudimos ver a “los mismos de siempre”, aquellos que desde 1994 movilizaron a miles en torno al “todos somos Marcos”, y que luego aparecieron detrás de la farsa de “No más sangre”, y más adelante organizaron las firmas “contra el genocida presidente Calderón”, y que hoy están detrás del llamado “lopezobradorismo” que tripula la “repentina y espontánea” movilización de universitarios de escuelas privadas. Estudiantes que eran una penosa minoría, rebasada por una grosera burocracia profesional de la protesta y el mitin. Los de siempre, incluidos los del periódico de AMLO.
Historia anunciada
Y por supuesto que hoy nos mentarán la madre los estudiantes que se sientan aludidos; aquellos que de manera espontánea acudieron a la marcha, y para quienes fue todo un éxito. Pero claro, no vieron o no quisieron ver que fue una marcha armada a modo a favor de AMLO. Pero pueden descreer la crónica de lo que aquí planteamos. Lo que no podrán negar es la historia anunciada.
Apenas en su artículo del pasado lunes, Manuel Camacho, uno de los políticos más inteligentes y que más conoce al sistema político mexicano —hoy incrustado en el lopezobradorismo y profundo conocedor del clima que antecedió al crimen de Colosio—, pronosticó lo que está pasando.
Dijo que la protesta contra Peña en la Ibero será referente de otras que se llevarán a cabo en lo mediato, sobre todo, luego de la elección. ¿Qué tal? ¿Casualidades de la política? Al tiempo.
                @RicardoAlemanMx

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