jueves, 28 de junio de 2012

Metamorfósis. Opinión de Fausto Alzati.



EPN el ganador y la civilidad de los perdedores.
Por: Dr. Fausto Alzati Araiza
26 junio 2012

El 8 de marzo de 2012, Excelsior publicó una columna Metamorfosis titulada El inevitable triunfo de Enrique Peña Nieto. En ella escribí: “Entre el último día de marzo y el primero de julio ‘las cosas’ quizá puedan cambiar, pero no lo suficiente para impedir el ya inevitable triunfo de Enrique Peña Nieto en la elección para Presidente de la República, para el periodo 2012-2018”. Razono mi opinión: en el reporte firmado por Ulises Beltrán y Alejandro Cruz sobre la más reciente encuesta nacional en viviendas de BGC-Excélsior y publicada en la página ocho de la primera sección de Excélsior del lunes 5 de marzo de 2012, se presenta un cuadro de “evaluación comparativa de atributos”. Encuentro relevante que, en todos y cada uno de los diez atributos considerados, Enrique Peña Nieto prácticamente duplica la calificación en puntos porcentuales de sus dos principales competidores: Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador.

En tenor semejante y a menos de seis días de la elección del 1 de julio, Ángel Lara Platas, agudo analista veracruzano, escribe: “Si los resultados de las encuestas en sus números han expresado la realidad, el ganador será Enrique Peña Nieto. Lo que podría dar certeza a lo que nos digan las encuestadoras, es que en esta última medición, si sólo trabajaron para complacer al cliente, pero difiriendo de la mayoría, se estarían jugando su futuro y su prestigio. Perderían toda credibilidad y todos los clientes”.

En los procesos electorales de trascendencia y sobre todo en los sistemas presidencialistas como el nuestro, la decisión de los votantes se decanta finalmente entre dos y sólo dos opciones: la del cambio y la de la continuidad. Y hoy en México, por las razones que sea, la gran mayoría de los mexicanos anhela un cambio en el rumbo que al país se le traza desde los poderes legalmente constituidos, en especial desde el liderazgo que por nuestras instituciones y por nuestra cultura política le toca ejercer al Presidente de la República. Es claro ya que esa opción de cambio la encarna hoy para la mayoría Enrique Peña Nieto.

Esto parece muy difícilmente reversible y por eso su triunfo parece prácticamente inevitable. Entre más pronto incluyan todos los actores del proceso político este dato, este hecho patente, en sus escenarios y comportamientos, más terso será el tránsito hacia la segunda alternancia y hacia una democracia mexicana cada vez más plena y funcional.

Es indispensable que de las elecciones de 2012 resulte un gobierno con legitimidad y márgenes de maniobra suficientes para la restauración de la concordia nacional y para recuperar el crecimiento y la esperanza. Es hora de asumir, todos, un compromiso con la normalidad democrática. Las elecciones no son batallas para aniquilar a supuestos enemigos históricos. Son procesos legítimos para elegir a los legítimos titulares de los poderes legales del Estado. Elecciones legales con resultados legítimos, no más, pero tampoco menos. Nada es, hoy, más importante en la coyuntura política de México, que el compromiso de todos para que los procesos electorales sean irreprochables y produzcan resultados irrefutables y legítimos. Aceptados por todos.

Estas elecciones revisten una singular importancia, pues de sus resultados dependerá el veredicto que la nación y el mundo emitan sobre el futuro de la democracia mexicana. Que el ganador sepa ganar y los perdedores sepan perder con valor civil y compromiso con la democracia. Quien no aprenda a respetar las reglas del juego sólo hará el ridículo y cavará más hondo su tumba política. Enrique Peña Nieto será el ganador. Que sus adversarios se apresten a reconocer su limpia victoria. Y que él se prepare para construir con sus adversarios los acuerdos indispensables para restaurar en México la paz y la prosperidad.


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