lunes, 19 de septiembre de 2011

Gutoerrez Barrios, sabio de la política.

GUTIERRREZ BARRIOS Y LAS CIFRAS MAQUILLADAS DE JAVIER LOZANO EN LA SUCESIÓN.

José Luis Camacho Acevedo.

Era el mes de diciembre de 1992.

Yo tenía mi oficina en la calle Morelos, a una cuadra y media del edificio central de Gobernación.

Ya no tenía red, Beltrones era ya gobernador de Sonora y yo pasé a las órdenes directas del Secretario. Me reportaba con Don Fernando Gutiérrez Barrios a través de la Señora Laura Vargas o del Capitán Armando Félix.

Una tarde de ese mes recibí una llamada del jefe de ayudantes, Armando Félix, quien me dijo que el secretario me esperaba al otro día a las once de la mañana en su despacho.

Con todo el protocolo que se seguía en esas audiencias esperé en la antesala un cuarto de hora antes de mi cita. Luego Armando Félix me pasó a la sala de juntas. Esperé otros 10 minutos y a las once en punto, justo apareció en la puerta del despacho del secretario Félix y me dijo: “Pase, el señor secretario lo espera”.

Don Fernando era un personaje que imponía.

Estaba en su escritorio sentado con gran propiedad. Vestido con la elegancia de siempre. Su voz grave me indicó que me sentara en la pequeña mesa redonda que estaba a un lado de las cabinas de los teléfonos de seguridad.

Lo esperé a que terminará de firmar documentos y luego se desplazó hasta donde estaba yo. Intenté pararme para ir a su encuentro y con un suave modal me indicó que me quedara sentado donde estaba.

Traía en su mano una tarjeta informativa que yo le había remitido el día anterior.

La tarjeta era relativa a las cifras encontradas entre el IMSS y la Secretaría del Trabajo sobre los índices de desempleo que mencionaban los titulares de las dependencias mencionadas. La conclusión, que era la parte que justificaba mis reportes, era que ya resultaba frecuente el desacuerdo de esas cifras.

Y que podría ocurrir algo similar como en el caso de los reportes sobre la epidemia de sarampión que se había presentado en México a mediados del año anterior, fenómeno que terminó por declarar una emergencia nacional a raíz de las cifras encontradas de los gobernadores y las gentes del sector salud.

Eso ameritó que Don Fernando llamara a representantes del sector salud y a varios gobernadores y los exhortara a coordinarse ante el riesgo de que no se atendiera con pertinencia el brote de sarampión.

Entonces Gutiérrez Barrios me dijo categórico mostrándome la tarjeta que le había enviado con mi reporte: “Le pido que busque una interpretación política de esto y me la traduzca a tiempos de Sucesión Presidencial”. Y recalcó, “sobre en tiempos de una sucesión enrarecida como la que vivimos”.

Me dio las gracias, me entregó unos documentos y me dijo que me esperaba en una semana.

Ya no hubo tiempo. Entregó la secretaría de Gobernación a Patrocinio González el 4 de enero del año siguiente regresando de darle posesión como gobernador de Sinaloa a Renato Vega que sustituía a Francisco Labastida.

Por eso ahora hay que entender, a partir de la consideración experimentada y sabia de Don Fernando Gutiérrez Barrios, que el papel que está jugando Javier Lozano como secretario del trabajo es puramente partidista.

En aquel tiempo pasaron casi doce meses para que fuera ungido candidato presidencial Luis Donaldo Colosio. Ahora serán escasos 100 días para que existan candidatos de los principales partidos.

Volviendo a Lozano, no es que sus cifras sean encontradas con las del IMSS o el INEGI o el Banco de México sobre los índices de desempleo que se padece en México. Lo que pasa es que como el trabajo de Javier Lozano es partidista, no sabe lo suficiente de los puntos clave de la dependencia que desafortunadamente para los desempleados del país, está a su cargo.

Todo el desacuerdo lo explica el hecho de que estamos en tiempos de sucesión presidencial. Y si la de aquellos años de Colosio estaba enrarecida, la de estos tiempos está contaminada, casi a punto del envenenamiento.

Javier Lozano juega con cifras con un enfoque partidista fundamentalmente. Sus comparativos son con las cifras de los sexenios en que el PRI, con Salinas y con Zedillo, estaba todavía en la presidencia. No le importa la realidad que tiene que enfrentar en su función de titular de la STPS.

Ni los mineros, ni mexicana, ni las PyMES, ni los bancos voraces que siguen sin dar recursos a los que pretenden sobrevivir con la alternativa del auto empleo son sus preocupaciones.

Se le critica que se la pasa todo el día en el Twiteer. Que se regodea en un culteranismo de conocimiento inútil y presunta melomanía mientras el país empobrece y se margina cada vez a más rápidamente. Que se la pasa atacando al PRI, a Peña y ahora con más elementos a su favor al descobijado de Humberto Moreira.

Y es cierto. Pero no lo corren porque su trabajo no es de secretario de estado. Su operación es política.

Es distractiva, de ataque, distorsionadora. Sus foros empresariales los politiza, no los orienta. Sus presencias en radio y televisión son político-partidistas no de un servidor público en funciones.

No hay duda. El equipo de Felipe Calderón está metido en la sucesión presidencial hasta el fondo. Y esa es la lectura real de la acción de Lozano, de Cordero y de Lujambio. Están en un juego de poder, no en el desempeño de una función pública.

Habrá algunos que se engañen todavía de que todavía el gobierno de Calderón trabaja institucionalmente, pero creo que Peña Nieto, Beltrones y López Obrador no son de esa clase de ciudadanos.

Eso espero.

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